La exploración ecográfica de la pelvis femenina constituye, desde hace mucho tiempo, un examen complementario clínico que permite evaluar la integridad anatómica de útero, trompas y ovarios, y apoyar en el diagnóstico de la reserva ovárica mediante el recuento de los folículos antrales.
Desde hace años, el aparato de ecografía con sonda vaginal y abdominal forma parte del aparataje básico de un consultorio de Ginecología y Obstetricia.
La exploración ecográfica vía abdominal tiene el inconveniente de la distancia entre la sonda (o transductor) y la zona que debe explorarse, lo cual obliga a que, para una correcta visualización de los órganos profundos, exista una preparación vesical previa (vejiga llena de orina) que permita el desplazamiento de intestinos y que facilite la transmisión de ondas de ultrasonidos hacia la pelvis. A pesar de esa correcta preparación, la precisión de esta exploración se ve modificada por el espesor de la pared abdominal y la presencia de grasa intraabdominal.
Desde la introducción a finales de los años setenta de la ecografía vía transvaginal disponemos de una herramienta que permite una mayor resolución y precisión en la visualización de los órganos pélvicos femeninos ya que la sonda endocavitaria (vaginal) se aplica a pocos centímetros de las estructuras que deben ser analizadas y pueden utilizarse altas frecuencias de ultrasonidos que aumentan la calidad de la imagen obtenida.
Uno de los grandes avances tecnológicos recientes ha sido la introducción de la ecografía tridimensional que permite, entre otras, profundizar en el diagnóstico de la patología uterina al evaluar con mayor precisión las características de la cavidad, la zona de unión con el músculo uterino o la presencia de patologías uterinas congénitas o adquiridas.