Afortunadamente, en nuestro país, y en los países de nuestro entorno, la mortalidad materna y fetal ha seguido una curva descendente, continua y mantenida desde mediados del siglo pasado, y eso significa que, si se sigue el protocolo de atención y seguimiento de la mujer embarazada, tanto el embarazo como el parto y el puerperio son situaciones altamente seguras en nuestra sociedad.
Sin embargo, uno de los retos que aún quedan por afrontar es el de la prevención de los defectos congénitos.
Cuando hablamos de defectos congénitos probablemente la inmensa mayoría de los que están leyendo este artículo piensan que los defectos congénitos no dejan de ser “accidentes” y que son inevitables.
Pocos pueden llegar a considerar que la predisposición a presentar alteraciones cardiovasculares o del metabolismo del azúcar (diabetes) en el futuro pueda ser un defecto congénito y que determinados hábitos de vida de la madre durante el embarazo, pero también previo al embarazo, van a ser determinantes para que el bebé presente un mayor riesgo de padecer malformaciones o enfermedades tan graves como las que hemos comentado.
En contra de lo que pudiéramos pensar, muchas de las medidas de prevención de defectos congénitos son fácilmente accesibles por la población general. Una de las más importantes y de la que muchas veces nos olvidamos es la nutrición.
Sabemos que las mamas que presentan un peso inadecuado (extrema delgadez u obesidad) pueden tener más problemas para conseguir un embarazo, pero que una vez conseguido, las posibilidades de que aparezcan complicaciones durante el mismo, con alto riesgo de patología para el bebé, se incrementan.
Comer durante el embarazo no significa comer por dos, es comer una dieta equilibrada, variada con especial atención a la ganancia de peso, que no sólo tiene influencia sobre el peso del recién nacido si no sobre su salud al nacimiento y futura.
Los estudios que se han realizado sobre la ingesta de mujeres embarazadas en nuestro medio muestran que es muy semejante a la población general, es decir, moderadamente hiperproteica y alta en grasas y azúcares. Y a pesar de la famosa dieta mediterránea, se han detectado deficiencias en la ingesta de calcio, hierro, vitamina B6, ácido fólico o fibra en la dieta y es por ello que debe incidirse en aumentar elconsumo de lácteos, verduras, frutas y la disminución de azúcares y bebidas azucaradas.
Pero, ¿es suficiente?
Hay determinados micronutrientes cuyo déficit está directamente relacionado con malformaciones muy graves, muchas veces incompatibles con la vida, y déficits intelectuales en la descendencia.
Ante la dificultad de evaluar todos y cada uno de los micronutrientes que una gestante ingiere en la dieta, ya en el año 1999 diferentes organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud o UNICEF recomiendan suplementar la dieta con preparados químicos que aporten, entre otros, las dosis de ácido fólico y yodo que puedan prevenir los defectos congénitos asociados a su déficit, recomendándose iniciar su consumo en el periodo preconcepcional, es decir, antes del embarazo.
Dra. Marita Espejo-Catena
Directora. Instituto FIVIR